Un proyecto de ingeniería militar pudo cubrir las principales plazas de toros españolas hace un siglo

Hace cien años, la plaza de toros de Zaragoza, entonces con un siglo y medio de vida, se encontraba en condiciones de «casi ruina». Los altos costes del mantenimiento y el grave deterioro del edificio obligaron a la Diputación Provincial, propietaria de coso, a afrontar el problema en profundidad.
Sobre el inmueble inaugurado en 1764 se daban varias circunstancias que obligaban a plantear soluciones definitivas. Por un lado, el nuevo reglamento de policía de espectáculos exigía grandes reformas y la reducción del aforo, y por otro, la competencia entre una pareja de novilleros -Herrerín y Ballesteros- hizo que la plaza se quedara pequeña ante la pasión que se vivía entre los aficionados. Por si fuera poco, en aquel 1914, saltó la noticia de que una empresa privada quería construir una nueva plaza en la capital aragonesa.

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